sábado, agosto 19, 2006

Los últimos días de Friedrich Engels

Como decía De Quincey a propósito de Kant, doy por sentado que toda persona instruida confesará cierto interés por la historia personal de Friedrich Engels, aunque le haya faltado afición para conocer la historia de sus opiniones filosófico-políticas. Y es que suponer a un lector del todo indiferente a Engels es suponerlo del todo inintelectual. Esta simple presunción es la que también nos obliga a escribir este breve esbozo conmemorativo de su vida y práctica después de 1883.

El tortuoso recorrido, entre errático y azaroso, que sufrieron a lo largo de su historia editorial los escritos de Marx sólo puede compararse con las coincidencias afortunadas, fantásticas, triviales y casi increíbles con las que pudo salvarse para la posteridad la mayor parte de la obra de Aristóteles.[i] Al igual que Marx, sus escritos sufrieron las inclemencias de los intereses políticos y los caprichos culturales en los cambios en la forma de atención. Y, al igual que Aristóteles, los manuscritos de Marx guardan una peculiaridad muy especial: la mayor parte son apuntes, bocetos, notas y “memoranda”, producto de una técnica de trabajo intelectual limitada por la extrema pobreza y las constantes emigraciones políticas. Pero a Marx se le agrega una condición suplementaria: que el mismo marxismo nació, se desarrolló, se profesionalizó en escuela (y en ideología oficial de un estado) cuando la obra de Marx no era aún accesible en su totalidad e incluso cuando importantes partes de su “corpus” estaban inéditas. El éxito del marxismo como ideología de partido y ortodoxia de estado ha precedido en décadas a la divulgación científica y exhaustiva de los escritos completos de sus fundadores. Repasemos en primer lugar las propias rarezas de las condiciones intelectuales de Marx. Conociendo la enorme angustia existencial de Marx, en las bellas palabras de Frossard “su itinerario está jalonado de hojas muertas, gacetas sin lectores, libros y panfletos incautados que devoran sus escasos ingresos”, y las limitaciones de su técnica de investigación, su “Forschungswiese” sin biblioteca personal, es asombroso el talento para vencer tantas restricciones y lograr un texto limpio, coherente y profundo. Pero este “laboratorio” artesanal de Marx al mismo tiempo hizo nacer un problema editorial de implicancias ni siquiera imaginadas por él mismo: que su producción “diurna”, sus largos períodos de estudio en el escritorio Nº 0-7 de la “Reading Room” del British Museum superaran con creces la parte esotérica y “nocturna” de su obra, como puede verse gráficamente en el biorritmo entre su vida y obra. La parte publicada era sólo la punta de un iceberg, menos de un tercio de su obra, que emergía de una masa sumergida de manuscritos inéditos, un verdadero continente compuesto con minúscula taquigrafía y que constituía un dilema editorial de primer orden.[ii]

"Es un verdadero diccionario universal, capaz de trabajar a cada hora del día o de la noche, comido o en ayunas, veloz en escribir y comprender como el mismo diablo", decía Marx de su amigo, compañero y segundo violín. Tenemos un expediente criminal lombrosiano de la Polizei de Colonia: “Nombre: Friedrich Engels. Profesión: comerciante. Lugar de nacimiento: Barmen. Religión: luterano. Estatura: 1,70 m. Cabello y cejas: rubio oscuro. Frente: normal. Ojos: grises. Nariz y boca: proporcionados. Dentadura: buena. Barba: castaña. Mentón y cara ovalados. Tez sana- Constitución: esbelta”. A la muerte de Marx, Engels se enfrentó con este gigantesco filón de manuscritos codificados en la minúscula letra característica de su amigo y con cuidado trató de salir del problema, preparando la edición de los tomos restantes de El Capital, aunque actualmente se está analizando críticamente su tratamiento editorial e incluso su tándem teórico-práctico con el mismo Marx. Una de las razones que esgrimía Engels para no trasladarse a Alemania, tal como se lo pedían desde el recién creado SPD, Partido Socialdemócrata Alemán (luego albacea de los Nachlass) era su deseo de completar el trabajo de edición de Das Kapital en Londres y reordenar el enorme fárrago de manuscritos heredados. Kautsky le escribía en 1886 a Bernstein sobre el asunto: “Si yo estuviera en lugar de Engels, no seguiría viviendo en Londres ¿Qué es lo que ofrece Londres? Nada. Casi nunca va al teatro y no visita los museos o las exposiciones. No tienen allí amigos. Casi todas las personas a quienes quería, Marx, Lafargue, Longuet y otros han muerto o se han ido a vivir a otras partes”.

Engels apreciaba de Londres, según sus propias palabras, “la perfecta neutralidad que rodea a quien lleva una actividad científica”. A Bebel le hizo saber que no iría a ningún país donde existiera persecución policial o la posibilidad de verse desterrado. Además, estaba en los planes de Engels hacer, con el material y la correspondencia existente, una biografía completa de Karl Marx y una historia social del movimiento obrero alemán de 1843 a 1863. Pero Kautsky no se equivocaba en su juicio: “El General” estaba realmente muy solo. Y muchos lo relacionaban con su carácter poco político, lo confirma el propio Kautsky: “…reinaba la opinión de que Marx tenía mucho más talento para tratar con los camaradas que Engels. Se cuenta que la redacción de la Neue Rheinische Zeitung trabajaba en la mayor concordia con Marx y en ocasión de un viaje a Viena, Engels le sustituyó en la redacción. Cuando regresó Marx, reinaba en el periódico una total perturbación y una actitud de viva hostilidad contra Engels. Sin embargo, Marx pronto consiguió restablecer muy pronto la concordia”. Liebcknecht comentando el mismo incidente concluye en la naturaleza dictatorial de Engels, un “amante del orden” a toda costa.

Engels casi en solitario en un Londres ya hostil social y políticamente. Fanny Kravchinskaia, narodovolcen rusa, en sus visitas describe que “los días de la semana Engels trabajaba muy concentrado y vivía bastante retirado de todo, pero los domingos le gustaba estar rodeado de gente. Ese día su casa estaba abierta a todos… Un domingo cuando llegamos a su casa, ya había una veintena de personas en torno a la mesa: socialistas, escritores, políticos. Una reunión internacional. Se hablaba en varias lenguas. En un extremo de la mesa, presidiéndola, se hallaba el ya encanecido Engels, quién me gustó a primera vista. Era el alma de la reunión. Los presentes discutían acaloradamente, gritaban, y también se volvían hacia Engels… quién contestaba solícito en alemán, inglés, francés…” Engels sin embargo prefería escribir y polemizar desde el papel, pero era un orador con pocas dotes y muy poco popular. El sastre emigrée Lessner, miembro de la Bund der Kommunisten, señala que la última aparición pública de Engels tuvo lugar en 1893, cuando habló en el Congreso de Zürich, en Viena y en Berlín, y que siempre “exponía abiertamente lo que pensaba, tanto si ello gustaba como si no”. A pesar de su edad, Engels participaba todos los 1º de mayo en las manifestaciones de los obreros de Londres y subía siempre a la tribuna montada en la caja trasera de un camión engalanado, pero nunca hacía uso de la palabra, se consideraba un orador “flojo”. Kautsky también reconoce que Engels “rehuía mucho más que Marx la agitación oral y la participación en congresos”.

Bernstein recuerda esos días de 1884: “Marx había fallecido… y todas sus obras póstumas pasaron a manos de Engels, quién las seleccionó y ordenó con la mayor dedicación, con el fin de que el mayor material posible de su amigo pudiera ser publicado. Cuando yo llegué allí, Engels me leía noche tras noche, hasta altas horas de la madrugada, fragmentos de esos manuscritos y del esbozo de un libro, basado en extractos que Marx había tomado de la obra ‘Ancient Society’ del americano Lewis Morgan… Después de la cena, Engels descansaba un rato, para hablarme, luego, sobre los trabajos de Marx y leerme algo de sus manuscritos. Esta era nuestra forma de vida durante todos aquellos días…” En el mismo año, Kravchinski (aka Stepniak, del cual Eleanor Marx realizó dos artículos), el terrorista ruso lo visitaba dándole la impresión de que “Engels es muy inteligente y endiabladamente culto ¡¡Cómo habla el francés!! Además imagínate: incluso entiende el dialecto de Milán. Hace treinta años estuvo tres meses en Milán y hasta hoy no ha olvidado aquel dialecto. Es muy inteligente”. Aveling, el poco recomendable yerno de Marx lo describía en esos días como “de una estatura de 1,85, y hasta su última enfermedad era un hombre de porte erguido, militar, que llevaba con facilidad la carga de su más de setenta años. Ese porte militar y el paso rápido y elástico guardan cierta relación con el nombre que sus íntimos le daban: el General… Engels era capaz de hablar con cada uno de sus visitantes en su lengua materna… era un admirable anfitrión. Era la hospitalidad en persona y tenía unos modales excelentes”.

Como una especie de Theofrasto de Marx, Engels, con 62 años, se ocupó del desciframiento y edición, temiendo no concluir con esa misión, pues, como le confesara a Lavrov por carta: “…soy el único ser viviente que puede descifrar esa escritura y esas frases abreviadas…”. (carta a Lavrov, 5 de febrero de 1894, en MEW, Tomo 36, p. 28). Es curioso que Engels, incluso con Marx en vida, había vislumbrado su destino no-deseado de editor póstumo, ya sea por las limitaciones del propio estilo de trabajo de Marx (lento, minucioso, autocrítico ad nauseam), ya por conocer el ritmo del trabajo de su amigo. “No costará poco trabajo”, escribió al Roten Becker, “manejar los manuscritos de un hombre como Marx, cada una de cuyas palabras vale lo que pesa. Pero, para mí es un trabajo grato, ya que me siento otra vez al lado de mi viejo amigo”.

Recién fallecido Marx, Engels confesaba a Sorge que era mejor que se lo hubiera llevado la muerte, ya que: “…vivir teniendo ante él numerosos trabajos inacabados, devorado por el ansia de acabarlos y la imposibilidad de conseguirlo —esto le hubiera sido mil veces más doloroso que la dulce muerte que se lo ha llevado…” (carta a Sorge, 15 de marzo de 1883). Lo que encontró era, según el comentario sincero que le hizo a Kautsky, una criptografía propia de un jeroglífico. Charles Rappoport que lo conoció en 1893, cuenta que “a mi pregunta sobre la publicación del IIIº tomo de Das Kapital, Engels señaló un enorme volumen de manuscritos y me propuso que al menos leyera una sola línea de ellos. Pero no logré descifrar absolutamente nada, pues la escritura era completamente ilegible. ‘Ahora comprenderá’, dijo Engels, ‘cuan difícil me resulta establecer tan sólo el texto’”. Engels sistematizó su labor de editor en una pequeña cadena de producción: en primer lugar copiaba los manuscritos escritos por Marx entre 1861 y 1880; luego cotejaba las citas y comentarios, hilaba los párrafos, secciones y capítulos inconexos, seleccionando la versión más elaborada para entregarla a la imprenta, finalmente corregía las galeras (“proof”) para entregarlas a la imprenta. Ayudado por un secretario copista, a quien le dictaba ocho horas por día, pudo editar en 1885 el segundo tomo de Das Kapital, siendo exclusivamente por su criterio la decisión de dividir los manuscritos inéditos de Marx en dos tomos y publicar en un cuarto la historia crítica de las doctrinas económicas. La redacción y establecimiento del tercer tomo le costó un enorme trabajo de casi diez años, debido a su complejidad y al carácter críptico que tomó el estilo de trabajo intelectual de Marx. En esta tarea lo ayudó ahora Karl Kautsky, futuro renegado, quien cuenta detalles del laborioso trabajo: “El tercer tomo de Das Kapital trata sobre una ingente cantidad de los más importantes y difíciles problemas. El material para ese tomo tuvo que reunirse con enormes esfuerzos (muchos más que en el segundo) a partir de manuscritos fragmentados, que luego habría que elaborar para convertirlos en una exposición coherente…”. El cubano Lafargue, otro yerno de Marx, relata este trabajo de Sísifo: “Está trabajando en el tercer tomo. Kautsky le está ayudando. Ya conoce Usted la letra minúscula de Marx. En sus Nachlass todavía resulta peor, dado que contiene abreviaturas que es preciso adivinar, así como tachaduras y correcciones que hay que descifrar; todo ello entraña las mismas dificultades de lectura de un palimpsesto griego con ligaduras. Kautsky es el primero que lee el manuscrito y hace una copia a Engels, que revisa y completa según los otros manuscritos. En una de sus últimas cartas, Engels me escribió que se siente satisfecho de esta forma de trabajo y que Kautsky es muy diestro descifrando el texto de Marx… Realmente es extraordinario cómo logra realizar todos los trabajos de la edición de las obras de Marx…”. Mientras los trabajos de pre-edición y editoriales de Engels al segundo tomo alcanzaron escasamente las diez páginas, en el tomo tercero tuvo que recomponer capítulos y secciones enteras. Rubel nota que: “…Engels da la apariencia de obras terminadas a páginas a menudo informes y mal redactadas, materiales de un trabajo del que el propio Marx decía que era necesario completarlo y aún escribirlo… Los tomos II y III son eso: bosquejos, tanteos, a veces desesperados, materiales para los futuros ‘libros’ y nada más…” (K. Marx, Ouvres. Economie, Tomo II, NRF-Gallimard, París, 1968, p. XI y s.s..). Es digno de mencionar que Rubel, último sobreviviente de la generación de marxistas autónomos o libertarios, amigo de Pannekoek y Korsch, hasta su muerte (1996) y desde 1965 intentó realizar una edición crítica completa de la opera omnia de Marx, en la famosa colección “Bibliothèque de la Pléiade” en la editorial Gallimard y un léxico terminológico marxiano en colaboración con Louis Janover. De la edición planeada han aparecido: Économie I (1965), Économie II (1968), Philosophie (1982) y Politique I (1994). La muerte lo sorprendió trabajando en el segundo volumen de Politique. A modo de ejemplo, Rubel publicó todos los manuscritos escritos por Marx del tomo II de Das Kapital (nada menos que ¡seis versiones distintas!) más la versión conocida de Engels de 1885.

Así que Engels asumió la tarea de divulgar, concluir y presentar como sistema concluso una teoría en realidad abierta e inconclusa. Un torso, como precisó la intuitiva Rosa Luxemburg. Mucha de estas presiones por presentar un Marx científico se debieron al propio rol de Engels en la lucha y consolidación de la socialdemocracia alemana. A Bebel cuando publicó el tomo II de Das Kapital le señaló que “cuando este tomo aparezca, también los filisteos dentro del partido volverán a recibir un rudo golpe, que les dará de pensar”. El amigo-editor empezaba a verse influido por la petit politique y la lucha de fracciones, por el surgimiento del Revisionismus dentro del propio partido. No sólo: combatió el “idiotismo parlamentario” así como la tendencia izquierdista y autónoma de los “Jóvenes”. Esta tarea se superpuso a la de editor o más bien, se subsumió estratégicamente. Al mismo Rappoport, que le preguntó por la falta de base teórica o cierta incompletitud de la filosofía de Marx, Engels enfadado le respondió: “¿Qué más quiere? ¡Si ya tiene Das Kapital, Moisés y los profetas! ¡Haga el favor de estudiarlo!”. Comenzaba una larga marcha por el desierto rojo, donde las necesidades de rápida vulgarización, simplificación popular, esquematismo y reducción a un esquema ideológico elemental marcarían el inicio de los diversos marxismos, el “segundointernacionalista”, el de la “segunda-y-media” y finalmente el leninismo. El “ismo” en Marx nació en la época de Engels como timonel, en las revistas de partido dirigidas por los futuros centristas, revisionistas y socialistas de derecha, Kautsky, Bernstein; nació en la correspondencia de Engels con Bebel; nació en la Vulgata de los textos y prólogos de Engels y de las polémicas del propio Engels con fracciones, escuelas, críticos, socialistas de cátedra, populistas. Hasta tal punto que la historiografía define esta fase “paulina” con la misma fecha, la periodización coincide con los doce años en que Engels desarrolló su actividad de editor, difusor y sistematizador de un pensamiento inacabado.

La casa de Engels se transformó en un centro de correspondencia mundial, encuentro de revolucionarios peregrinos y mesa redonda de política, en especial los domingos, con invitados rotativos y circunstanciales. Axelrod, fundador de la socialdemocracia rusa y futuro compinche de Lenin, recuerda “por aquel entonces Engels tenía más de setenta años. La fama que le rodeaba no había disminuido en lo más mínimo su sencilla cordialidad que le distinguía desde siempre… nos servía formidablemente… había pastel de carne, ponche, y también cerveza…”. August Bebel lo recuerda en 1895 como “un hombre atractivo, amable, que se mostraba partidario del lema de Martín Lutero, según el cual el vino, al mujer y el canto son los condimentos de la vida, no olvidándose con ello la seriedad de la vida… siempre alegre y de buen humor, poseía una sombrosa memoria para toda clase de pequeñas vivencias y situaciones cómicas en su agitada vida… Engels era también un buen bebedor, que comandaba una respetable bodega y se alegraba cuando sus invitados rendían honores a sus vinos”. La enorme Vera Zasulich, le escribe a Georgi Plekhanov (el padre del marxismo ruso): “Banquete de gala en casa de Friedrich Engels con motivo de su cumpleaños 70º. Un pavo del tamaño de un niño de dos años y medio. Para cada plato un bouquet y una tarjeta de mesa. Fue de lo más aburrido…”. Eleanor, una de las hijas de Marx, lo describe en una vignette familiar: “tiene barba, que adopta una extraña inclinación lateral y que ahora comienza a encanecer. Su cabello, por el contrario, se mantiene castaño y sin una sola cana… Pero si el aspecto externo de Engels es joven, él todavía lo es mucho más que su aspecto…”. Voden, socialdemócrata ruso, también describe como en su primera visita “Engels le enseñó primeramente su enorme gato… y se sonrojó cuando le pregunté por los escritos juveniles, debiendo creer que yo me refería a sus primeros ensayos como poeta… Le expliqué la necesidad de publicar lo antes posible todos los escritos de Marx… se autopreguntó: ¿debería emplear el resto de su vida en publicar viejos manuscritos del trabajo publicista de 1840 o bien debería, después de publicado el tomo III de Das Kapital, editar los manuscritos sobre la historia de las teorías de la plusvalía?... Al día siguiente regresé, me entregó una lupa y permitió que leyera un manuscrito tras otro de puño y letra de Marx: Sankt Max; una versión más extensa de Kritik der hegelschen Rechtsphilosophie, y partes de la Deutsche Ideologie... la caligrafía me hizo comprender la desesperación de sus profesores de la época de Treveris”. Hasta un conservador prusiano, Helmuth von Gerlach, en viaje de estudios a Londres, reconocía muy a su pesar que “Engels me causó una impresión imborrable. Es un profundo pensador, al que le gusta recibir en la biblioteca, y en la conversación era un alegre renano… Con motivos de triunfos del movimiento obrero, me invitó con amigos londinenses a beber un barril de cerveza… Fue una velada muy divertida, y yo, que no era socialdemócrata, no tuve en ningún momento la impresión de ser un intruso. Engels resultó ser un anfitrión de tanta naturalidad y tan formidable, que cualquier persona tenía que sentirse a gusto en su compañía.”. Jenny, una de las hijas de Marx, le hizo una confesión, y cuando le tocó el turno a su idea de felicidad, Engels no dudó: vino “Chateau Margaux” cosecha 1848.

En los dos prólogos a ambos tomos, Engels reconoce que no fue una tarea amena preparar la publicación de los manuscritos inéditos heredados de Marx. No lo fue porque el trabajo editorial debía forzar a que el producto final pareciera una obra coherente, articulada, sistemática, con una unidad en sí misma, y sin que el lector percibiera la mano oculta de su edición. Engels resume así los manuscritos de Marx: estilo desaliñado (“nachlässiger Stil”), expresiones y giros familiares (“familiäre Ausdrücke”), terminología técnica en idioma inglés y francés que Marx no manejaba muy bien (“englische und franzözische technïsche Bezeichnungen”); además de páginas enteras en inglés de las ideas bajo la misma forma en que las desarrollaban los autores que glosaba en la biblioteca, partes expuestas de manera pormenorizada, otras apenas insinuadas, materiales de hechos demostrativos o ilustrativos acopiados pero sin clasificar, sin ningún tipo de elaboración, frases inconexas entre los capítulos, comentarios de corrección, análisis inconclusos y, por último: el hecho conocido que la letra de Marx no pocas veces resulta ilegible hasta para él mismo o sus hijas. (Das Kapital, Band II, Ullstein, Frankfurt, 1985, p. 7 y s.s.). El tomo tercero, que inicialmente para Engels sólo ofrecía dificultades técnicas (“technische Schwiergkeiten”), luego se presentó como un embrollo de difícil solución: Marx sólo había delineado un primer borrador, colmado de lagunas, digresiones, puntos secundarios sin lugar definitivo e ideas in statu nascendi. Engels lo relata con sus propias palabras: “…Mi trabajo comenzó dictando, para efectuar una copia legible, todo el manuscrito a partir del original, que a menudo resultó difícil de descifrar hasta para mí mismo, y esta tarea me quitó mucho tiempo. Sólo entonces pudo comenzar la redacción propiamente dicha. La he limitado a lo más imprescindible, conservando en la medida de lo posible el carácter del primer borrador toda vez que la claridad lo permitía…cada vez que mis alteraciones o agregados no son meras correcciones estilísticas o cuando he debido elaborar el material fáctico ofrecido por Marx…Todo el pasaje ha sido colocado entre corchetes y señalado con mis iniciales…Como no podía ser de otro modo en un primer bosquejo, se hallan en el manuscrito numerosas referencia a puntos que deben desarrollarse más adelante, sin que tales promesas se hayan cumplido en todos los casos…” (Das Kapital, Band III, Ullstein, Frankfurt, 1985, p. 9.). Se daba por satisfecho con haber “reproducido” los escritos con la mayor literalidad posible, intercalando proposiciones explicativas y nexos únicamente en los puntos indispensables. Por supuesto, las controversias en torno a Engels como ejecutor testamentario del legado del Marx desconocido se emparentan directamente con la contribución general de Engels no sólo a la divulgación y establecimiento de la herencia literaria sino de su contribución al mismo marxismo.[iii]

Un debate paralelo a la difusión del Marx desconocido es sin lugar a dudas la relación activista-intelectual y afectiva entre los dos “violines”. El debate viene de lejos, pero se ha actualizado debido a justamente la posibilidad fáctica que existe a partir de la edición de los sucesivos MEGA’s (Obras Completas) de constatar documentalmente las diferencias y afinidades entre los dos amigos. No se trata de hagiografía o de psicoanalizar la novela familiar, sino de profundas implicaciones que socavan el mismo estatus científico del comunismo y su propia validez y coherencia interna como “las condiciones de emancipación del proletariado”. Dada la propia historia interna del marxismo, el rol de Engels como albacea testamentario, editor, leyenda viva y popularizador es absolutamente crucial para una satisfactoria comprensión de lo que se entendió por marxismo durante un siglo. Es decir en este aspecto debemos cambiar al vieja óptica, ¡inducida por la misma autointerpretación del “El General”, y analizar a Engels en primer plano, y a Marx en un segundo.[iv]

Al morir Marx surgió inmediatamente la idea de unas obras completas. En un año tan temprano como 1883, la socialdemocracia rusa reunida en el Congreso de Copenhague realizó un llamado al SPD aléman para iniciar una edición popular exhaustiva.[v] Un año más tarde, abril de 1884, el propio Engels le comenta la misma necesidad a Rudolf Mayer, hablando de una “…Gesamtausgabe von Marxens zerstreuten Aufsätzen…”. En mayo de 1885 es Hermann Schülter, responsable del diario socialdemócrata suizo Sozialdemokrat, quién le propone a Engels un plan de editar un tomo de compilación de escritos de Marx, dentro de una futura serie titulada “Sozialdemokratische Bibliothek”.[vi] La noble y gigantesca tarea le estaba reservada al joven estado bolchevique. Pero esa es otra historia…

En los doce años que le sobrevivió a Marx, Engels además de trabajar como editor y co-autor, escribió un gran número de artículos y publicó dos libros de gran importancia, tanto positiva como negativa. Uno de ellos, Der Ursprung der Familie, des Privateigentums und des Staats. Im Anschluß an Lewis H. Morgans Forschungen” (1884) (“El origen de la Familia y el Estado”), se basó en los propios manuscritos de Marx y notas críticas a las investigaciones del antropólogo Morgan; el segundo fue “Ludwig Feuerbach und der Ausgang der klassischen deutschen Philosophie” (1886) (“Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana”), una serie de artículos contra el neokantismo y el materialismo vulgar como un intento de renacimiento de la dialéctica de Hegel. Sin embargo Engels nunca más pudo ocuparse ni de la biografía planeada sobre Marx (algunos esbozos los utilizó en el artículo histórico sobre la historia del Bund der Kommunisten y sobre la “Neue Reinische Zeitung”), ni de una historia sobre Irlanda, ni de concluir su “Dialektik der Natur” (recién publicada por Riazanov en la URSS en 1925), ni de un pamphlet sobre la teoría de la violencia.

Un cáncer mortal, de esófago, comienza a invadirle. Estamos a principios de marzo de 1895. No se dio cuenta de su carácter incurable, viviendo esperanzado en una pronta recuperación. Lo malcuidaba Louise Kautsky, la esposa ya divorciada de Karl, quién vivía en su casa con su nuevo marido. Era intención de Engels dedicarse al cuarto volumen de Das Kapital, las teorías de la plusvalía (que mereció otro debate internacional), Theorien vom Mehrwert, finalmente editadas por Kautsky. Además dedicarse a los escritos juveniles de Marx, la correspondencia Marx-Lasalle (luego editadas por Franz Mehring en cuatro volúmenes), una Historia de la Internacional (también aprovechada por Mehring) y a la fallida biografía de homenaje su amigo. Planes que seguían en su mente durante la primavera de 1895, pocos días antes de su muerte. La Kravchinskaia, populista rusa, lo cuidó en algunas oportunidades: “Estuve al lado de Engels cuidándolo. Él se despertó, se alegró cuando me reconoció y comenzó a mostrarme todos los sillones en los que había estado sentado Karl Marx. También cartas de Marx, sus fotografías, así como alguna caricatura. Todo ello lo hizo Engels con enorme amor… Tenía una peligrosa enfermedad: padecía cáncer de laringe. Sin embargo, hasta último momento Engels se interesaba por todos los acontecimientos y escribía mucho. Todos sabían que la muerte estaba cerca… Vi que a Engels no se le dispensaban los cuidados necesarios.” Zasulich le escribe a sus compañeros en Rusia: “Engels, el pobre, se encuentra muy enfermo: algún pertinaz tumor en la garganta. Ya hace casi dos meses que no puede dormir. No habrá nadie capaz de sustituirle y alcanzar alguna vez esa confianza general que se le concede y que él ha sabido aprovechar tan sabiamente.” Su testamento lleva la fecha de 29 de julio de 1895 y de su considerable fortuna dejo una buena parte más su biblioteca y papeles al partido socialdemócrata alemán. Las hijas de Marx fueron ampliamente favorecidas. El domingo, o sea la víspera de su muerte, el lunes 5 de agosto, Engels, que ya no podía hablar, convoca a la hija de Marx, Tussy, y le comunica escribiendo en una pizarrita, que Frederick Demuth es hijo de Karl Marx con la fiel sirvienta Helene Demuth. Engels lo había reconocido como propio para salvaguardar el delicado equilibrio de la familia de su amigo. Tussy no lo puede creer y llora aferrada a Louise Kautsky. Engels sólo ingiere alimentos líquidos, necesita ayuda para vestirse y desnudarse, así como para acicalarse. Bebel se asombra de su gran estado de ánimo, y que ayudado por su pizarra, “hace los más alegres chistes”… Falleció con total tranquilidad a las once de la noche.

Había expresado el “resuelto deseo” de que sus restos mortales fuesen incinerados y las cenizas lanzadas al mar lo antes posible. Esta determinación era no dejar ni una posibilidad de un “culto de héroes”. Sus exequias debían ser estrictamente privadas y que sólo asistieran a ella su íntimo círculo personal y familiar. Al sencillo acto celebrado ante su cuerpo, antes de ser trasladado al crematorio de Woking (en la estación Westminster Bridge del South Western Railway) sólo asistieron unas ochentas personas. Pronunció unas palabras un sobrino de Engels; luego Samuel Moore en nombre de los amigos; Bebel en nombre del partido alemán y austríaco; Lafargue por el francés; Vera Zasulich y Stepniak; Valera por los italianos. Solamente los Aveling (Eduard y Eleonor Marx), el sastre Lessner y Bernstein acompañaron las cenizas hasta Eastbourne, su lugar en la costa preferido y, en una barca, a unas cinco millas marítimas de Beachy Head, arrojaron la urna al mar. Según las biografías soviéticas, en un lugar cerca de Istborn. Era un día muy depresivo, plomizo y lluvioso.

Engels falleció dejando su misión inconclusa, que él mismo calificó irónicamente como de “mera selección” entre las diferentes versiones y diferentes redacciones trabajadas por Marx, sirviéndole de base siempre la última redacción disponible cronológicamente y cotejándolas con todas las anteriores. De esta manera finalizó la primera operación editorial sobre los manuscritos de Marx, realizada por aquel que siempre se consideró el “segundo violín”. Fue durante este trabajo de edición que polémicamente se constituyó el “marxismo” como Doctrina, lo que podría dar una hipótesis plausible de hasta qué punto y en qué medida tales presiones “políticas” externas influyeron sobre el propio trabajo editorial de Engels.[vii] Y si podemos hablar de “Marx-Engels” o de “Engels-Marx”… No todo lo que Engels quería que se leyera fue realmente leído, su misma insistencia en combatir una lectura simplificada de la obra de Marx y propia indica el éxito de las interpretaciones revisionistas, mecanicistas y vulgares. Quizá el mejor epitafio fue el aviso que le hizo al ruso Voden en una de sus visitas: “preferiría que los militantes, rusos o no, acabaran por una vez de ir buscando citas de Marx y Engels, y que en lugar de ello pensaran tal como Marx hubiera pensado en su lugar. Afirmó que si la palabra marxiste tenía alguna razón de existir, éste era su único sentido”.



[i] Las informaciones filológicas y la historia de los escritos del Estagirita pueden consultarse en el notable libro de I. Dühring: Aristóteles, UNAM, México, 1990, p. 65 y s.s.; ver además el clásico de W. Jäeger: Aristóteles, FCE, México, 1978; p. 4 y s.s.

[ii] Hobsbawm, a propósito de los originales de los Grundrisse, ha dicho que se trata de una “…especie de estenografía intelectual privada, que se vuelve impenetrable…”; E. Grillo, el exquisito traductor al italiano, concluye que no sólo es un texto difícil de traducir, sino extremadamente complejo para un lector avezado. Ya Engels le había comentado a Kautsky el carácter de jeroglífico de los manuscritos de Marx, acompañados con subrayados y destacados hechos con tres colores de lápices.

[iii] En 1843, siendo estudiante, Marx comenzó con su costumbre de escribir resúmenes y comentarios de sus adquisiciones de libros en cuadernos y “notebooks”; hasta 1849 escribió treinta y uno de estos cuadernos, y su biblioteca personal con anotaciones y marginalias sumaba 800 volúmenes. Cuando comenzó su proceso judicial, por seguridad se la dio para su custodia a su amigo de Colonia, Ronald Daniels, quien en un inventario escrito en 1851, contabilizó 400 títulos individuales (la llamada “Daniels-Liste”). Marx estuvo separado de esta biblioteca juvenil durante doce años, y al recuperarla descubrió que le habían vendido muchos de sus volúmenes más preciosos (entre ellos todo Fourier, Goethe, libros de economistas del siglo XVIII y de lírica griega). Al parecer, luego de la muerte de Ronald, los cajones con su biblioteca pasaron a manos de su hermano. Después de morir Marx pareciera ser que la proverbial generosidad de Engels fue la causante de la dispersión y pérdida de la importante biblioteca marxiana, según testimonio a Nikolaj Sergejevic Ruzanov en la primavera de 1892.

[iv] Al debate crítico de Engels como editor, en los últimos años se sumó las controversias sobre las raíces del revisionismo. La discusión, de vieja data, fue relanzada por el famoso libro de Lucio Coletti De Rousseau a Lenin, en el capítulo: “Bernstein y el marxismo de la Segunda Internacional”, traducido al español como: Ideología y Sociedad. A partir de los años ’80 se conformó lo que algunos comentadores irónicamente llaman “the Anti-Engels faction” (C.J. Arthur) de parte de académicos del mundo anglosajón; véase: Levine, N, The Tragic deception: Marx contra Engels, Clio, Oxford, 1975; y Dialogue within the Dialectic; Allen & Unwin, London, 1984.

[v] En este aspecto existe una amplia bibliografía de notable importancia, en especial entre los “scholars” académicos del mundo anglo-sajón, que sin dudas se inicia con el pionero tanteo de Alvin W. Gouldner, Los dos marxismos. La controversia es antiquísima: ya en 1899 un tal Woltmann intervino en un Congreso del SPD, para señalar las diferencias de fondo entre Marx y Engels "y los llamados marxistas".

[vii] Schülter (1851-1919) le escribe a Engels solicitándole ayuda y apoyo. Las obras escogidas parecerían en el proyecto de difusión “Sozialdemokratischen Bibliothek” En esos momentos el General se encontraba trabajando en los manuscritos de Das Kapital. Engels colaborará con él en el libro sobre el movimiento obrero inglés: Die Chartistenbewegung in England. Mit Anlangen: a) Rede von Jos. Rayner Stephens, gehalten am. 10 Februar 1839 (…), b) Beschlüsse der Chartisten-Konferenz vom April 1851, Sozialdemokratische Bibliothek, 16, Hottingen-Zürich, 1887.

[viii] Tal la pregunta que se hace Rubel, concluyendo que “marxismo” es un término abusivo y que Engels a través de su trabajo de sistematización y divulgación es el primer “marxista”. “En la historia del marxismo como culto de Marx, Engels ocupa el primer plano”, en: “La leyenda de Marx o Engels como fundador (1972)”, ahora en: Marx sin mito, Octaedro, Barcelona, 2003, p. 31.

12 Comments:

Blogger HERACLITORIS said...

Hola, Mosca:
He leído "en diagonal" y lamento no disponer del tiempo necesario para leer y comprender lo que escribes. Creo que te importa un huevo que te deje un comentario, pero deseo felicitarte. Simplemente.
Un beso, o lo que sea.

10:52 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

72
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